De alguna manera, entre los distintas circunstancias en la circulación de la música, -a modo de ejemplo: la ejecución en vivo, la grabación de un registro, la elección de un disco o pistas y muchas otros momentos y lugares- me enfoco en el sencillo momento en que consiste la escucha. La misma está determinada por momentos anímicos diversos que pueden estar acompañados, en el mejor de los casos, por nuestro gusto.
Oportunamente se encontró mi gusto con dos producciones que me despiertan una festiva oscuridad. Emblemas de una gran tradición del rock británico estos registros son los celebrados discos Exile on Main St. (1972) de The Rollings Stones y Physical Grafitti (1975) de Led Zeppelin.
Estas obras se combinan en una imaginaria trenza en la mejor búsqueda de nuevos horizontes musicales (y de otro tipo) desde diversos puntos de partida. A mi parecer esto siempre los relacionó por sobre el uso para la grabación de algunos tracks de Physical del ya mítico The Rolling Stones Mobile Studio. (¿Tal vez también un adelanto simbólico para esta época de “mobiles”?)
Sin muchas intenciones de disecar ambas producciones cito a una persona que me dijo cuando vio una edición en vinilo de Physical Ggraffiti con sus ventanitas opcionales: “Esto tiene que ver con el juego”. Dicho comentario lo conecta con lo lúdico que, de similar manera, evidencia la despojada festividad de Exile on Main St.
Lo antes mencionado me lleva a pensar lo interesante que resulta tener las ediciones en formato físico que posiblemente nos exigen un nivel mayor de tensión en la escucha que una eventual reproducción de tracks en otros formatos. Asimismo, esto nos permite apreciar una integridad conceptual que los artistas pretenden transmitir en su obra.
Se encuentra muchísima información sobre estos discos en distintos medios y formatos. Dicha información alcanza a la descripción de situaciones entre los miembros de las bandas, situaciones con contratos, sobre sexo, sobre excesos. Más allá de estas contingencias, tal vez pertinentes, quiero destacar algo que me resulta atrayente y estimulante. Considero que ambas obras registran un anhelado encuentro; un encuentro con lo que es la mayor influencia para ambas bandas: la música afroamericana y el rock and roll norteamericano. De algún modo fue un definitivo y consagrado encuentro con América, en este caso con Estados Unidos.
Efectivamente supieron conjugar su identidad sonora con una elaboración musical de la raíz generadora mencionada. En esa tradición desparramo algunos grandes nombres como Buddy Guy, Buddy Holly, Muddy Waters, Junior Wells y muchísimos más que invito al lector a “tirar de la piola” y conocer.
Festejo por los discos mencionados inicialmente y me despido mientras escucho un disco que me hace entender que muchos siguieron esa perspectiva de cruces continentales: Derek and the Dominos “Layla and other assorted Love songs”.
Buenos Aires , 24 de mayo de 2016
Damián Karaman
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