El pianista habla de su nuevo disco, Relojeros (ya no quedan), en el que indaga en los márgenes del jazz y su encuentro con el rock
El estilo personal que, desde hace casi dos décadas, cultiva el pianista Ernesto Jodos conjuga el lenguaje del jazz con la exploración de sus márgenes, permaneciendo en una fina oscilación entre la tradición y la vanguardia. En más de una docena de discos con diversas formaciones, trabaja sobre un repertorio en el que se alternan las versiones propias de música ajena (mayormente standards) con numerosas composiciones de su autoría. En todos los casos, la improvisación ocupa un lugar central que incorpora en las obras escritas la dimensión de lo espontáneo.
El disco Relojeros (ya no quedan), recientemente editado por el sello rosarino BlueArt Records, deja registro del cuarteto que integra junto con el baterista Sergio Verdinelli, el contrabajista español Javier Moreno y el saxofonista Rodrigo Domínguez. Los cuatro músicos se reparten la autoría de los temas, a la vez que intercambian sus roles como improvisadores. "Es música de los cuatro tocada por los cuatro", dice Jodos.
-¿Cómo funciona la dinámica del cuarteto?
-Los cuatro tenemos influencias similares que se traducen en una visión estética compartida, la cual da lugar a una interacción fluida entre nosotros y permite que surjan armonías y ritmos bastante abiertos. En el caso de Verdinelli y Domínguez, son muchos años de tocar juntos en los que llegamos a establecer un lenguaje común. Por decirlo callejeramente, ya nos conocemos las mañas. Y Javier (Moreno), con quien tenemos menos experiencia tocando juntos, abre caminos por los que no estamos acostumbrados a ir.
El disco incluye un tema de Moreno basado en las canciones folklóricas del compositor italiano Luciano Berio. La música clásica convive, en Relojeros (ya no quedan), con otras influencias exteriores al jazz, como en el tema "Rock", de Domínguez, en el que este género hace su aparición de manera más evidente.
-¿Qué elementos del rock tienen la potencialidad de ser explotados jazzísticamente?
-Hay una manera de sentir el ritmo que es distinta de la idea de swing feel del jazz, que no es latina tampoco ni viene del free, sino que es propia del groove del rock. Tiene un carácter frontal, más repetitivo y binario, que funciona como una base relativamente estable. Es algo que está presente en los grupos de Miles Davis de fines de los 60 y principios de los 70, en los que se nota la influencia de Jimi Hendrix o del funk de Sly & The Family Stone. Por una cuestión generacional, es natural que aparezca el rock en un contexto en el que las influencias de cada uno pueden circular con cierta libertad. Por otro lado, que esté Verdinelli es una garantía de que eso puede funcionar. Cuando lo ves tocar con Spinetta o Fito Páez te das cuenta de que no es un baterista de jazz que trabaje tocando rock, sino que es capaz de manejarse en los dos mundos de manera genuina.
-¿En qué medida hay lugar, en tu música, para la experimentación?
-Me interesa cierta idea de espontaneidad y la búsqueda de algunas sonoridades, pero no me considero un músico extremo. Trato de que la experimentación conduzca hacia una forma clara, porque creo que cuando una improvisación queda grabada, empieza a ser una composición, la escucha repetida la transforma en una partitura. Los músicos experimentales más radicales descartan a priori muchas cosas. En lo personal, trato de no ponerme tantos "no". Soy un pianista de jazz y tengo un lazo con esa tradición que no necesito abandonar.
-¿Qué música escuchaste recientemente?
-Estuve escuchando mucho al trompetista canadiense-británico Kenny Wheeler. Cuando me intereso por un músico, trato de escuchar toda su obra. Y, más que los discos tardíos, me interesan los primeros, donde se ve con claridad lo derivativo de su estilo. En ellos, se puede apreciar cómo van apareciendo algunos elementos que, en la madurez, van a ser los rasgos más personales. Es algo que puede apreciarse en Andrew Hill o en Keith Jarrett. Esta manera de escuchar me permite, también, estar atento a cómo se da ese proceso en mi propio trabajo. Es una escucha activa, una escucha de músico. En la actualidad, un grave problema que encuentro en los estudiantes de música es que no se sientan a escuchar un disco. No me parece grave escuchar temas sueltos, pero sí estoy en contra de escucharlos una sola vez, especialmente si uno pretende aprender algo de esas grabaciones.
-En tu manera de tocar, la espontaneidad convive con un modo más cerebral de abordar el instrumento.
-Lo cerebral también puede ser espontáneo, pero el momento de mayor reflexión tiene lugar antes de la improvisación, porque si no llegás tarde. Por mencionar un caso, Charlie Parker no hubiera podido tocar algo tan novedoso para su época sin una reflexión previa. Se nota cuando un músico tiene ese tipo de reflexión, y me interesa tenerla.
-¿Cómo definirías tu música?
-Hago música improvisada con una base muy fuerte en el jazz, en un sentido amplio del término que incluye una manera específica de interacción entre los músicos y la posibilidad de abrirse hacia otras influencias. Y trato, dentro de eso, de expresar alguna idea personal.
El estilo personal que, desde hace casi dos décadas, cultiva el pianista Ernesto Jodos conjuga el lenguaje del jazz con la exploración de sus márgenes, permaneciendo en una fina oscilación entre la tradición y la vanguardia. En más de una docena de discos con diversas formaciones, trabaja sobre un repertorio en el que se alternan las versiones propias de música ajena (mayormente standards) con numerosas composiciones de su autoría. En todos los casos, la improvisación ocupa un lugar central que incorpora en las obras escritas la dimensión de lo espontáneo.
El disco Relojeros (ya no quedan), recientemente editado por el sello rosarino BlueArt Records, deja registro del cuarteto que integra junto con el baterista Sergio Verdinelli, el contrabajista español Javier Moreno y el saxofonista Rodrigo Domínguez. Los cuatro músicos se reparten la autoría de los temas, a la vez que intercambian sus roles como improvisadores. "Es música de los cuatro tocada por los cuatro", dice Jodos.
-¿Cómo funciona la dinámica del cuarteto?
-Los cuatro tenemos influencias similares que se traducen en una visión estética compartida, la cual da lugar a una interacción fluida entre nosotros y permite que surjan armonías y ritmos bastante abiertos. En el caso de Verdinelli y Domínguez, son muchos años de tocar juntos en los que llegamos a establecer un lenguaje común. Por decirlo callejeramente, ya nos conocemos las mañas. Y Javier (Moreno), con quien tenemos menos experiencia tocando juntos, abre caminos por los que no estamos acostumbrados a ir.
El disco incluye un tema de Moreno basado en las canciones folklóricas del compositor italiano Luciano Berio. La música clásica convive, en Relojeros (ya no quedan), con otras influencias exteriores al jazz, como en el tema "Rock", de Domínguez, en el que este género hace su aparición de manera más evidente.
-¿Qué elementos del rock tienen la potencialidad de ser explotados jazzísticamente?
-Hay una manera de sentir el ritmo que es distinta de la idea de swing feel del jazz, que no es latina tampoco ni viene del free, sino que es propia del groove del rock. Tiene un carácter frontal, más repetitivo y binario, que funciona como una base relativamente estable. Es algo que está presente en los grupos de Miles Davis de fines de los 60 y principios de los 70, en los que se nota la influencia de Jimi Hendrix o del funk de Sly & The Family Stone. Por una cuestión generacional, es natural que aparezca el rock en un contexto en el que las influencias de cada uno pueden circular con cierta libertad. Por otro lado, que esté Verdinelli es una garantía de que eso puede funcionar. Cuando lo ves tocar con Spinetta o Fito Páez te das cuenta de que no es un baterista de jazz que trabaje tocando rock, sino que es capaz de manejarse en los dos mundos de manera genuina.
-¿En qué medida hay lugar, en tu música, para la experimentación?
-Me interesa cierta idea de espontaneidad y la búsqueda de algunas sonoridades, pero no me considero un músico extremo. Trato de que la experimentación conduzca hacia una forma clara, porque creo que cuando una improvisación queda grabada, empieza a ser una composición, la escucha repetida la transforma en una partitura. Los músicos experimentales más radicales descartan a priori muchas cosas. En lo personal, trato de no ponerme tantos "no". Soy un pianista de jazz y tengo un lazo con esa tradición que no necesito abandonar.
-¿Qué música escuchaste recientemente?
-Estuve escuchando mucho al trompetista canadiense-británico Kenny Wheeler. Cuando me intereso por un músico, trato de escuchar toda su obra. Y, más que los discos tardíos, me interesan los primeros, donde se ve con claridad lo derivativo de su estilo. En ellos, se puede apreciar cómo van apareciendo algunos elementos que, en la madurez, van a ser los rasgos más personales. Es algo que puede apreciarse en Andrew Hill o en Keith Jarrett. Esta manera de escuchar me permite, también, estar atento a cómo se da ese proceso en mi propio trabajo. Es una escucha activa, una escucha de músico. En la actualidad, un grave problema que encuentro en los estudiantes de música es que no se sientan a escuchar un disco. No me parece grave escuchar temas sueltos, pero sí estoy en contra de escucharlos una sola vez, especialmente si uno pretende aprender algo de esas grabaciones.
-En tu manera de tocar, la espontaneidad convive con un modo más cerebral de abordar el instrumento.
-Lo cerebral también puede ser espontáneo, pero el momento de mayor reflexión tiene lugar antes de la improvisación, porque si no llegás tarde. Por mencionar un caso, Charlie Parker no hubiera podido tocar algo tan novedoso para su época sin una reflexión previa. Se nota cuando un músico tiene ese tipo de reflexión, y me interesa tenerla.
-¿Cómo definirías tu música?
-Hago música improvisada con una base muy fuerte en el jazz, en un sentido amplio del término que incluye una manera específica de interacción entre los músicos y la posibilidad de abrirse hacia otras influencias. Y trato, dentro de eso, de expresar alguna idea personal.
Fuente: La Nación
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